LOS CAGONES


La suerte no le acompañó mucho a Elias, esa noche al abordar el andén de su vivienda al lado de un bohío pajizo, viejo, deshabitado y en ruinas; chillaban una especie de animales parecidos a los gatos, a perros pequineses, a zorros o raposas que se iban acercando hacia él en medio de maullidos entre ladrar, chillar y bramar; producían horror; ya él había escuchado de los habitantes de la calle que allí salían “Los Cagones”, animales ruines e infernales en los que se convertían los amantes cuando entre sí eran compadres, por esa calle habitaban dos familias de los que se oía que los maridos cambiaban sus mujeres cuando estaban ebrios y los esposos de una familia eran los padrinos de los hijos de la otra, se trataba solo de compadritos y comadritas y esta vez ya no tuvo mucho miedo porque Elias ya lo sabía, entonces díjoles ¡vayan a la mierda cojudos hijueputas”, les dijo cojudos porque él era ecuatoriano, en ese mismo momento las apocalípticas y sodómicas criaturas rodaron velozmente dando un chillido de tronco desprendido por la tormenta borrascosa, se pendieron en una tapia vieja y derrumbada un tajo; temblando contó a su esposa lo que esa noche le pasó.
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