JUEGOS TRADICIONALES DE MI PUEBLO
JUEGOS TRADICIONALES DE MI PUEBLO
Feron los mismos que en toda la región jugaron todos o la mayoría de los muchachos y muchachas, haciendo alarde permanente de una salud muy abundante gracias a una alimentación sin balaceo , pero cultivada sin tanto insumo químico como ahora se hace, hoy los alimentos va vienen con el respectivo veneno incorporado, papa cultivada a fuerza de furadán, de oxicloruro de cobre, con exceso de urea, etc.
Cosechada en menos tiempo del normal para su consumo, leche producida por vacas
alimentadas con pasto tratado al igual que la papa, maíz ya no se produce,
trigo menos, unas habas que ni las torcazas las buscan porque hasta las
torcazas se han extinguido.
Pueblos llenos de alegría, habitados por niños que no conocieron las minas quiebra patas, que jugaban en las calles o en la plaza de mercado o en las mangas de las calles que abundaban por doquier, muchedumbres infantiles que no le tuvieron miedo, sino respeto al uniforme militar, tiempos en los que los fantasmas eran los espantos infundidos por el abuelo y no el avión que persigue con lentes infrarrojos.
Se jugó al perro
venado, que consistía en nombrar un muchacho en calidad de venado y el resto ,
sean diez, o los que se junten, a veces hasta veinte entre hombres y mujeres, eran
los perros que lo perseguían , pero el venado tenía ciertos sitios en los que
era prohibido cazar ál venado. Luego cuando éste era cazado, debía cumplir una
penitencia que generalmente consistía en que el cazado salga del juego.
De esta manera se
agotaba muchas energías y se entrenaba para cualquier deporte y por supuesto no
se pensaba en el tabaco ni el alcohol.
Existió otro juego
denominado el salve, muy parecido al anterior, con la diferencia que en éste
había que tocar al que estaba en un sitio denominado cueva y salía salvado al
juego. El premio del ganador era su satisfacción y el orgullo de su mejor
estado físico.
Otro era la pelota quemada , en la cual se hacían tantos huequitos cuantos intervenían en la partida, cada hueco era de un jugador y cuando la pelota se llenaba en cualesquiera de ellos, el dueño tenía que salir disparado a pegarle con ella a uno de los jugadores.
Al que le pegaba la pelota envenenada se le metía una
señal en su hoyo, cuando alguno reunía seis de las señales en su hueco, entonces
le tocaba dejarse “fusilar” con la pelota envenenada , por cada uno de sus
compañeros jugadores por seis veces, pero si alguien le pegaba en la cabeza o
en la mano, tenía que ubicarse en el sitio del fusilado y resistir lo que
falte.
El juego de las
calabazas ,en el que se colocaba uno tras otro amarrando con los brazos al
anterior por la cintura y el más. fuerte halaba e iba sacando uno por uno
desgranando hasta el último el racimo humano, juego que demoraba hasta una hora
en sacar todas las calabazas.
El coge pollo, se nombraba una gallina, la persona muchacho o muchacha mas fuerte , para que sea la cabeza y de allí se cogían hasta diez o los que haya , pollos.
Simultáneamente se nombraba otra persona que al igual que la gallina, era muy
fuerte, éste desgarraba uno por uno los pollos de la gallina hasta dejarla sola
y se denominaba gavilán.
Juegos como la
chun-chiva que era para los mas grandes porque tocaba subir de salto en los que
les que de turno debían recibir a los que brincaban sobre ellos hasta que uno
de ellos caia y los brincadores ahora tenían que recibir.
Se jugaron monedas
en un hueco, en una circunferencia, con un trompo con el que se inventaron
muchos juegos, al igual que con el cuspe, al que se lo hacía bailar con un
perrero de cabuya suelta y a veces hasta con una rama delgada.
Se corría en zancos
que se fabricaban domésticamente con palos de eucalipto o con las varas que los
carpinteros regalaban para el efecto.
Con las bolas de
cristal se distrajo mucha gente ,del chico al grande, con ellas se jugaba a
sacar de una circunferencia toda clase de objetos, hasta tejos y botones que
aunque sea de los calzoncillos se sacaban.
Qué tiempos tan
hermosos , tan añorados sin necesidad de desprestigiar el modernismo, cuando
los aviones de papel cruzaban los aires de las aulas escolares, así el latigazo
del profesor o la maestra se deje sentir en las espaldas. Hoy los aviones se
estrellan en los edificios por fanatismo religioso o por odio a un pueblo, hoy
nos escondemos cuando las turbinas de un “caza” o las aspas de un arpía nos
llega a los oídos.