TEJEDORA Y MODISTA



Paulina tejió muchísimas pero muchísimas de las ruanas que se utilizaron en el pueblo ,también hizo las cobijas con las que se abrigaron las familias sean godas o liberales pero por esencia y por amor al rey o a la Inmaculada, más a las primeras que a las segundas , aunque quien teñía la lana era Florentino , un hombre que nunca supo distinguir entre lo uno y lo otro tanto atendía al rojo como al azul y en tiempo de elecciones se limitaba a hablar del poeta del pueblo cargando con su saco de sueños y las burleteras bromas de los vulgares; sin embargo nunca desatendió el pedido de don Secundino que le pedía lana de color azul para su ruana , ni el de don Gonzalo que pedía rojo añadiendo siempre la mía roja como la sangre de los leones , como la sangre del General Reyes.

Allí, mientras Paulina urdía su guanga con la madeja que ya se ha hilado en la rueca , tan gruesa que permitía el trabajo manual con la puntiaguda chonta y también el uso de la prenda al aire libre indiscriminadamente al viento al sol a la llovizna al frío, etc.; allí se tejían amenas charlas recordando la época de la recua cuando El Ecuatoriano formaba parte de la cuadrilla de don Hipólito transportando ataúdes a todos los pueblos de la comarca y hasta a algunos del Huíla y del Putumayo, allí se supo la proeza de don Morales cuando una de sus muías falseó sus patas hacia el abismo del Guáitara y ese hombre de dos metros de alto que pesaba más o menos unos ciento veinte kilos, levantó su acémila tirándola de la riata hasta ubicarla nuevamente en tierra firme; se habló del engirpe que Manuel Amores le llevó al cura de un pueblo cercano para conseguir que lo matrimoniara con la hija del viejo César a quien cuidaba para postulante de las conceptas. Allí se dijo que cómo le salió de charquisca la mujer al sacristán que era un majadero, un zurrón con los fanáticos de la capilla pero era un tebas para cobrar las limosnas a nombre de las almas del purgatorio y de san Ecce Homo el Domingo de ramos de esos dos impuestos derivaban la subsistencia de su familia, de sus dos yernos del rezador de los velorios y del coadjutor de la iglesia de la Virgen del Rosario.

Allí acudieron los guaicosos en pos de negociar un trueque con ajo, cebolla, quesillo molido para fabricar queso y especialmente con dinero y oro de Barbacoas a cambio de: maní, café, chiros, mamporas, naranjillas, cedazos y alguno que otro llevaba tausos para semilla, claro que el cambio no se daba sin antes haber embutido un gran peltre de morocho o de café con mote del que pelaba para el pan del horno doña Anita, allí en la rejilla de la puerta del telar, unas veces detrás de un biombo otras simplemente sobre un tronco que luego era combustible en el fogón.

Allí se vendían los alfajores, las colaciones, las trolas, los rosquetes de polvo, el pan de maíz y todas las golosinas autóctonas, típicas, originales de mi pueblo, todas de inmediato consumo ya que el frío y la humedad los revenían en horas de existencia, hasta la gente después de las cuatro de la tarde se recogía porque de lo contrario le pasaba lo que a los alfajores.

Allí llegó la caricina de la Helena a mostrar su chompa ecuatoriana y el chuta que su tío Isá le había traído de Cayambe, Helena era de las personas que creía que bañarse en semana Santa era castigado por el Taitico, ella andaba para arriba y para abajo como un trompo serendengue tenía el pescuezo lleno de cebo de tanto no bañarse. La última vez que derramó agua encima de su cuerpo fue el día de su primera comunión, cada que sus amigas la invitaban a la quebrada cercana al pueblo a tomar un baño , se la pasaba lloriqueando y susurrando ¡ a chichai a chichai !.

Los Domingos llegaban a la tienda que tenía un gran patio trasero los vendedores del mercado a sacar sus enjirpes para ajustarse la venta del día, los estancieros a dejar el chuta antes de iniciar la misa mayor, los vendedores de la plaza le dejaban a Paulina en pago de la posada , un sobre de Focol que servía para purgante, un bolo de específico que tenía la misma finalidad, un sobre de mejórales o de cibal-Gina ,los primeros le servían para purgar el puerco que siempre le salió con pepa, el resto vendía porque eran productos que nunca tuvieron fecha de vencimiento ni barras de control; una vez que se enfermó el sirviente de misiá Transito le dio un bolo que le produjo una calamidad gástrica , al ver eso dijo don Celio -¡tatai hijita cómo le vas a dar eso al pobre juarro , lo vas a dejar atembado para siempre-. En fin allí se habló de todo hasta de la Sabatina que presentó la señorita Isolina en una escuela de Tatambú donde estreno el terno que su padre le mandó traer de Popayán , y el alcalde también estrenó chulla muda en su vida.


Donde Paulina llegó la señorita , el joven, el señor, la señora, todos en pos de ha una prenda de vestir como la ruana , la bufanda , el follado, el calzón de bayeta o una cobija para arropar su cuerpo en esta tierra de paz , de alegría, de ocurrencia y de libertad, ¡así era mi pueblo!.
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