Los Mayas
Las primeras grandes ciudades mayas fueron: Tikal, al norte de Guatemala y Copán, al oeste de Honduras. Las dos gozaron de larga y espléndida existencia. Otras ciudades mayas fueron Palenque, Yaxchilán, Piedras Negras, Naranjo y Quirigua.
La arquitectura. Los mayas fueron grandes constructores; son numerosos los monumentos cuyos restos aún subsisten y que habían levantado en los valles del Usumacinta, del Petén, del Motagua y en los confines de Honduras.
Muchos de ellos conservan las fechas, figuradas por jeroglíficos, y que indican verosímilmente la época en que fueron construidos dichos monumentos.
Hacia el año 600 de nuestra era, y por causas desconocidas, la población abandona todas esas ciudades y emigra hacia el norte de Yucatán, iniciando un segundo período de prosperidad que duró varios siglos.
La mayor parte de la población vivía en chozas rectangulares de madera, cubiertas con hojas de palma. Cuatro postes ahorquillados sostenían el techo, y las paredes, hechas de listones muy juntos, llevaban un revoque de arcilla.
Las casas de los señores, cubiertas con un techo agudo de dos vertientes rápidas, se hallaban divididas en dos partes por un muro en el que se abrían varias puertas; la mitad delantera estaba decorada con pinturas.
En cuanto a los monumentos, éstos se levan- taban generalmente sobre pirámides, como las de México, poco elevadas en las regiones montañosas (Vera Paz, Guatemala), pero que en el suelo llano de Yucatán, alcanzaban a veces considerable altura.
Los edificios de los mayas, de poca eleva- ción y muy alargados, diferían según su destino.
Las principales construcciones se alzaban en torno a patios y plazas. Una acrópolis artificial sostenía numerosas pirámides co- ronadas de templos. Así la había en Copán. El templo alzaba su construcción geométrica sobre una pirámide con rellanos y terrazas; una ancha escalinata conducía a la fachada, en la que había varias puertas. Los templos más antiguos no tenían más que una sala; los más recientes, dos o tres; la más retirada servía de santuario.
Los palacios poseían varias salas, a menudo irregulares y de diversos niveles. Muros enormes separaban estas piezas, cuyo techo era trapezoidal. La bóveda, sobre cornisa volada, estaba cubierta con grandes losas planas. Las piedras se hallaban empotradas en una masa de cemento de la que sobresa- lían en ciertos puntos. Como desconocían el arco propiamente dicho, se aproximaban a él haciendo que dos muros paralelos se
juntaran mediante proyecciones sucesivas.
Los mayas se preocupaban mucho de la estabilidad de sus monumentos. En un templo cuya construcción es relativamente reciente, los muros que limitan las dos salas formaban tres bloques. El del medio lleva otro bloque de cemento y piedras absoluta- mente simétrico. El centro de gravedad de ese bloque está rigurosamente en el eje del muro.
Los otros muros que soportan las medias bóvedas complementarias están equilibrados por salientes de fachada, en el sitio del friso. Lo que obligó a los arquitectos a hacer piezas largas en el sentido de la fachada, pero poco profundas, pues estaban limitadas por la resistencia de la bóveda.
En las construcciones más recientes, la sala más cercana a la fachada tiene aberturas cada vez más anchas y acaba en un pórtico. Los mayas construyeron edificios de varios pisos. Los pisos superiores, soportados por mamposterías especiales, van en disminución, lo que da al conjunto un aspecto piramidal. En Tikal aún pueden verse las ruinas de un monumento de cinco pisos construido sobre tres plantas diferentes. En lo alto del techo hay una especie de muro en cresta, abierto por ventanas y que sirve de ornamentación.
Entre los edificios más curiosos que se encuentran en las ruinas de Yaxchilán, a orillas del Usumacinta, figuran El Templo Rojo y El Laberinto. Los dos tienen encima una superestructura compuesta de dos muros, inclinados el uno hacia el otro y horadados de ventanas.
Tomado de Nueva Enciclopedia Autodidáctica Quillet, Tomo III, México: Promotora Latinoamericana, S.A., 1975, p. 343.