EL ENZUECADO



De la comunidad de los capuchinos salió un célebre pero macabro personaje, El Zueco o Enzuecado.
Casi todas las noches quienes no podían conciliar el sueño o aún estaban leyendo los libros de Vargas Vila, prohibidos por la iglesia como La Ubre de la Loba, Rosas de la tarde, Sobre las Viñas Muertas, María Magdalena, etc. como lo hacía Pacho que leía hasta altas horas de la noche; entonces se escuchaban unos pasos como los que da un caballo que tiene una pata delantera casi inservible o como los que da un toro que lo han atado de sus patas delanteras para que no robe la reserva vecina o no monte las vacas de ñora Saturia.

La mortecina luz producto de una precaria vela de sebo apenas alumbraba la página quizá el renglón de la lectura, censurada. Las doce de la noche; hora propicia para que El Zueco salga a dar su vuelta de rigor y de popularidad entre las ralas viviendas del .pueblo por aquellas calles de lodo o de polvo entre sombras de tapias viejas cubiertas de espinas o bajo los corpulentos eucaliptos comunes en cada una de las casas, paralelos al ciprés de donde se cortaban las ramas el primero de Noviembre para que las mujeres fabriquen las coronas con que se visitaba a los muertos el día de los difuntos.

Bajo el olvido y desprendimiento de gajos de árboles tan viejos como los primeros colonos, daba sus pasos EL Zueco asustando a quien lo veía o lo sentía. Este personaje era un capuchino, con un cuerpo tan grande como el de Amar y Borbón, encorvado como el del Jorobado de Notra-Dame, encapuchada su cabeza con un capirote que terminaba en punta como el gorro frigio de nuestro Escudo Nacional. Bolívar un joven del pueblo que lo miró de cerca dijo -“era una calavera tapada con un gorro, en sus manos traía un rosario grande hecho de gualtes en ei taller de los capuchinos como el que lleva fray Serafín , respira tan profundo que al exhalar el aire sopla como el escape de un tractor, su vestido es tal cual el de fray Silvio y se para en unos zuecos como los que usa fray Cipriano, camina lento y hace como llamarlo a uno, luego se acerca, lo mira profundamente con los huecos de la calavera en cuyos fondos arden llamas como producidas por incendio en su cerebro y luego le pega un golpe que lo deja casi muerto.

Hasta allí recuerdan los que han tenido el indeseado encuentro. En un punto llamado Socavón parece que tuvo su guarida; nadie podía pasar por un puente rollizo o por el puente de la carretera sin que el zueco le insinúe que -si lo pasaba cargado en sus hombros le dará un tesoro al encontrarse al otro lado de la quebrada- tres personas hicieron la intención, las dos primeras sucumbieron en el intento y murieron con enfermedad de los pulmones causada por el peso del difunto viviente y por el golpe que les dio al no poder cristalizar su propósito, diciéndoles -“toma por maricón”-, solo un cura realizó la proeza, se cargó la mole infernal y pasó el puente mientras un amigo estupefacto lo miraba rezando el Ave María, el zueco volteó la mirada con su seca calavera, las llamas de sus ojos parecían hornos donde hierve el aceite del infierno y le dijo “quítate hijo de puta -dirigiéndose al mirón- y vos sigue -dijo al otro- o te lleva el diablo” dejaba el tesoro que aún no se sabe si existe o no, pues del Enzuecado desde esa noche no se volvió a saber nada; no se volvió a aparecer, el sitio dejó de ser “pesado” por la aparición del cuerpo condenado, sin embargo pasó a ser peligroso porque allí se atrincheran los asaltantes y criminales de todo pelambre; hoy el sitio es el basurero del pueblo.
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