EL CARRO DEL DIABLO


Don Euclides se subió al carro del diablo.

El rumor era de que en los Carrascos salía el carro del diablo, y por aquel camino único que comunicaba a todas las veredas del norte del municipio entradas las horas de la noche, nadie merodeaba puesto que era propiedad exclusiva de espíritus que le quitaban o le rondaban la tranquilidad a la no che solitaria, silenciosa y sacra.

Don Euclides era un viejo rico y avaro pero cliente asiduo di la botella de aguardiente que jamás le abandonó el bolsillo de su saco hasta el día que lo encontraron muerto pero con media botella de líquido etílico en su mano como diciendo, ¡salud!.

Un día tomó su yegua negra, flacá como Rocinante , apenas aperada con un cáñamo y un pellón; salió a saludar y ofrecer un negocio de ganado a su amigo Agustín que vivía a una milla más o menos del sitio denominado Los Carrascos, se hizo tarde entre conversa y conversa luego de la comida con ollocos, ocas, papas, habas, carne ahumada asentadas con morocho acompañado con un pan de vallico del de mama Modesta ,preparado en la olla de barro con lejía de ceniza a fuego lento de leña seca y buena brasa. Luego sacó su botella a la que llamaba “la culona” y comenzó a brindar; entre uno y otro trago se fue asomando la noche en el espacio.

Entonces la esposa de Agustín le dijo; “váyase Don Euclides el camino es feo no le vaya a salir algún espanto”. Cuando salió, se quitó los zamarros para caminar así hasta el pueblo y comenzó la marcha, llegado a un sitio se sentó en un bordo y dijo: “carajo se acabó el trago”, echó mano a los cigarrillos y puso uno en su boca; al sacar un fósforo oyó un ruido como de carretas de madera tiradas por bueyes o caballos, con ruedas de palo, que saltaban en lugar de rodar porque estaban gastadas. Miró hacia atrás, ¡evidentemente! venía un carro con sus luces bajas, parecía tractor de esos que tenían ruedas de hierro con aspas o estacas para no patinar,- uno de esos tuvo el viejo-; parecía una rastra sobre una superficie de ripio, -bueno- él medio embriagado miró que era su salvación y le puso la mano haciéndoles la señal de pare para que lo lleve. El carro apagó sus luces y paró, Euclides se subió -el chofer le replicó- hágase atrás y arrancó.

El viejo entre tumbo y tumbo llegó al banco de atrás porque los demás los miró ocupados; pero el carro saltaba y comenzó un rumor de quejidos, de lamentos, de llanto, de maldiciones; el viejo gritó: ¡putas qué fue! , los pasajeros eran esqueletos, calaveras, todos se quejaban, unos tenían cabezas de gallo, otros de perro, de culebra, pero todos permanecían como atrapados en ese vehículo infernal; de pronto se paró el chofer y azotó a los pasajeros, unas cabezas rodaban por el piso del carruaje maligno y volvían a sus asientos, a uno le dijo -toma por godo-, y su cabeza de cerdo salió por la ventana exhalando un espantoso alarido. Yo parecía soñando, parecía mirando un cine macabro -dijo- y -agregó-, pero no sabía dónde andaba. El chofer le clavó su mirada de demonio, tenía cachos como toro padrón empuntados en curvas que daban al techo del carruaje, una lengua como de serpiente, su boca roja llena de fuego, de vez en cuando echaba llamaradas por boca y nariz; de pronto le dijo al viejo “te quedas o sigues conmigo”.

Yo no podía hablar ,le quería decir me quedo pero me era imposible estaba cagado y paralizado de horror, de miedo, sentía seca mi garganta, miré mi botella pero en mi mano lo que tenía era un gigante gusano cubierto de una baba áspera y pegajosa que me costó botarla - decía el viejo casi con el cigarrillo quemándole los dientes-; ventajosamente era Viernes y las gentes madrugaban desde las dos de la mañana al mercado de ganado, gracias a ello un buey que iba a la venta, mugió al pasar frente al corral de un vecino y los perros salieron desesperados, sus aullidos y ladridos hicieron que el arriero diera un grito que el viejo aún adentro de su trampa infernal alcanzó a captar pero no supo de dónde venía ,solo supo que en ese instante algo cayó por el piso del vehículo y por allí salió escupido hasta la orilla del camino.
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